sábado, 9 de febrero de 2019

Ascensores emocionales

¿Entonces cómo va la semana? Pregunta una compañera mientras se sienta frente a mí en una sala de reuniones de la agencia, desenpolva su jean que tenía algunas migas de galletas y me clava la mirada con curiosidad esperando mi respuesta.

Yo titubeo, recuerdo que el día anterior había estado subiendo las escaleras de un edificio hasta el piso dos para darme cuenta al final que había un ascensor «otra de mis clásicas desatenciones» y me siento como un idiota. Entro a un chequeo médico y luego cuando salgo si tomo el ascensor «¡Vaya genio!» Allí mientras se cierran las puertas comienzo a pensar acerca de que nuestras emociones son como ascensores, suben y bajan de acuerdo al recorrido, un día sonreímos sin explicación y vamos al punto más alto, disfrutamos del aire, del pequeño vacío que sentimos en el interior mientras percibimos que algo nos impulsa al ascenso, esperamos con calma, vemos nuestro reflejo en el espejo (si lo hay) examinamos nuestra mejor cara y no nos preocupamos de si llegamos o no, todo es tan natural, tan instintivo, tan automático.

Hay otros días en los que bajamos a lo más recóndito de nuestros miedos, inseguridades y giros desafortunados de nuestra existencia, nos golpean los pisos que bajamos, nuestro reflejo nos muestra demacrados, manchados, golpeados por la vida y sus extraños sortilegios. Nos pesan las angustias, las mentiras propias y ajenas, la soledad y la tristeza, nos cuesta el movimiento, no sabemos si llegaremos, si nos esperaran al salir o si hay algún sentido para continuar el descenso.

¿Sabes que es lo peor? La inercia, el no movernos, el quedarnos atrapados en un entrepiso, no tener un destino, un fin, mantenernos estancados en el ascensor de la vida, sin subidas ni bajadas, sin emociones por lo que nos depara, solo pasa el tiempo y envejecemos cada segundo sin disfrutarlo o padecerlo, pues como dicen los sabios, la peor desgracia para el ser humano es el aburrimiento y si hay algo peor que la muerte es la inercia. Entonces me acomodo en mi asiento, formó una leve sonrisa, la miro a los ojos y respondo con naturalidad —Todo va bien, todo tranqui.

«Mi ascensor emocional todos los días está en movimiento».

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