Lento, como la niebla que súbitamente se trepa por mis rodillas. Palpo alrededor del hueso, sintiendo un dolor travieso, inconexo, como la contusión proclama la morada sangre de la piel y dictamina al sistema nervioso la procastinidad de la parálisis. Se quiebra el silencio, manco y paraplégico, entre rejas de vendas, con un riel de ganchos que juega insensible entrando al bosque oculto.
Muerdo la espera, agudizó el intento, siseo entre conteos virtuales de días que pasan y sigo sin moverme, la energía corre, la ansiedad se confunde en las barandillas muletosas de mi sustento; como en las sombras, donde no llega la luz del bombillo titilante y pesa la pierna, parece ser un miembro de otro cuerpo, una parte rebelde de este templo, se contradice y ordena anarquía.
Mi cuerpo batalla, mi mente solo envía mensajes de amenaza a la pierna y solo el tiempo pasa, la guerra adentro continua, todo es tan oscuro y tan profundo, los grises y los azules, la tristeza que viene y va, las noches de melancolía, los días enteros entre libros y para el exterior solo es un simple yeso de inmovilización. Una lenta recuperación, para mí un universo hecho cárcel, un espejo que refleja las grietas de mi imagen.