viernes, 27 de septiembre de 2019

Un final perfecto




—No te vayas. Dice, como si con sus ojos azules llenos de lágrimas pudiera revertir lo inevitable.No te vayas nunca de este libro. No me dejes con este final tan desolador.

Hablo, pienso y escribo sobre lo que puedo. Sobre lo que me es permitido en el reflejo deforme de este espejo:


Que hay una angustia que hace un nudo en mi garganta y me atraganta de palabras,
que los monstruos caminan en mi piel y me dictan pensamientos prohibidos,
que lo vulnerable no es el dolor que asfixia mis falanges, sino su confusión de dar forma a lo invisible.

Que espero a la noche y elijo el más fuerte de los tragos,
que escucho el impacto de mis latidos como la marcha sonora hacia mi caos,
que nadie es inocente hasta que se demuestre lo contrario.

Que me deconstruyo escribiendo este libro y no puedo más,
que si la vida y la muerte, que si la noche y el día, que si hay valor o temor en lo que está adentro.
Que no puedo esperar más, que no puedo asentir que me trague el olvido.
Que no puedo pasar entero este trozo de cristal punzocortante y salir ileso.

Que si se puede coexistir con la ausencia.
Que la vida no es la eterna búsqueda del sentirse pleno, sino el procedimiento constante de aprender a vivir incompleto.

Que lentamente me deslizo más hacia lo siniestro,
que si escrito sobre fulanito o sutanito, que si me rebosa la copa la idea de la soledad,
como un ida y vuelta, como una teoría implícita en cada frase, párrafo y cuento.

Que no veo que llegue alguien,
que no se responden las putas preguntas, más bien se multiplican, me ahogan, me asfixian y me degluten.
Que es más difícil hacer fácil lo complejo.
Que es más simple abandonar que persistir.

Que si tu boca no llega a la mía,
que si hoy fumo un pucho y mañana cinco,
que si la dádiva de esta existencia es la agonía.

Que si este grito es solo silencio,
que si publico o me arrodillo en mi propio secuestro.
Que si tus manos nunca logran alcanzar las mías.

Que si me atas con los tirantes de tu lencería
que si me marcas los dientes en los labios,
que si deslizas el puñal por mi garganta y descubres que no lo puedes hendir.

Que si te doy el poder, el don de ser en mí, de ver lo que yo veo,
de vivir en la herida y hacerla arder a placer,
como si el tiempo y el espacio dejaran de ser lugares solitarios. No lo resistirías, enloquecerías (Como ya lo hiciste).

Porque no puedes habitar esta carne inquieta,
porque los personajes de ficción no pueden adorar a su escritor,
porque vos sos vos y yo soy yo, los solitarios, los poetas, los infames y los sinsentido.

Que he sido yo amor mío,
quien te ha traicionado y te ha herido,
porque me voy ahora en la última promesa rota,
porque estoy en la fogata, te veo allí inerte
y te canto estas últimas palabras.

Que el pensar que no volveré a ver esos ojos,
que el ver tu cuerpo en esta gigantesca hoguera, me debate, me destierra y me destroza.

Que no soy yo el que se va, que sos vos la que me deja.
Que nada lo cambiará, que está hecho, que está escrito, que no se puede detener el sol y evitar la noche,
que el mundo no dejará de girar y los relojes no detendrán la marcha.

Que no se puede cambiar el final perfecto de esta historia. Aunque yo quiera todo lo contrario.














No hay comentarios:

Publicar un comentario