lunes, 10 de junio de 2019

Edredón


Las luces están apagadas, escucho Sinnerman de Nina Simone, me suturo en la mente un pensamiento, un estupor. "—No existe alguien en este mundo que pueda salvar a otro". Como lo dice uno de mis personajes.

Entonces me socavo, recuerdo un momento de mi niñez cuando tuve viruela, las ronchas, la picazón, ese delirio prohibido de pincharse las heridas y expandirse con los dedos el veneno. La sensación de vulnerabilidad y como eso te comienza a inquietar. En las noches me acostaba en la cama de mis abuelos y me envolvía en un edredón, allí sentía que estaba contenido, seguro en mi propio mundo.

El silencio me llenaba de enojo, la fiebre me hacia sentir los labios ardiendo. La presión de sentirme a la deriva, con la bala en lo más profundo de la herida. Allí en el edredón contaminado, descansaba la ironía, la similitud y el desencanto, la tristeza y el drama. Luego despertaba ansioso, con la boca seca y el insoportable silencio.

Pienso en el edredón, en la textura, en el borde del tacto cuando se mezcla con una emoción. En lo injusto que resulta ser el mundo, las elecciones, el sentido común y el odio.

Termina la parte rápida del piano.

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